SANTO DOMINGO - La advertencia y
promoción de expulsión de los nacionales haitianos que viven en la provincia
Pedernales, dirigida por un grupo de moradores de esa localidad luego de que
una pareja de esposos falleciera, presuntamente a manos de tres ciudadanos de
la raza negra, es una reacción que, sin dudas, encuentra su naturaleza en la
campaña de rechazo y odio que en los últimos años de manera paulatina promueven
diversos sectores de la sociedad civil contra los inmigrantes haitianos que
entran al país.
Si bien la República Dominicana está conminada a diseñar y
aplicar políticas públicas dirigidas a mermar la exorbitante cantidad de
ilegales haitianos que a diario atraviesan la frontera dominico-haitiana, la
actitud de los moradores de la mencionada provincia fronteriza debe ser
repudiada y condena por todos, sobre todo porque en materia de migración con
Haití, República Dominicana no presenta buenas credenciales frente a la
comunidad internacional.
Lo peor de todo es que las autoridades dominicanas permitieron
que los indignados se desplazaran por las calles de Pedernales con mensajes
nazistas y apológicos, advirtiendo que daban un plazo de 24 horas para que los
haitianos residentes en esa demarcación abandonen el país, porque de lo
contrario tomarían represalias contra ellos.
De comprobarse que los acusados son responsables del crimen, es
oportuno preguntarse con qué autoridad un grupo de moradores deciden aplicar
justicia en sus manos, cuando el país posee suficientes mecanismos legales para
hacer que los culpables paguen por sus hechos. Pero, además, ninguna persona
puede ser castigada por un hecho que no cometió. Cada quién es responsable de
sus actos, por lo que emprenderla contra el colectivo haitiano que reside en
Pedernales fue una decisión absurda, aberrante y discriminatoria.
Ante los momentos de tensión y pesadillas que vivieron los
haitianos radicados en la señalada provincia fronteriza, el embajador de ese
país debió gestionar la intervención del presidente Danilo Medina para que
garantice la seguridad física de los haitianos inocentes que habitan en ese
lugar, pero nueva vez quedó demostrado que a las autoridades haitianas poco les
importa la suerte y el destino de sus nacionales que residen en esta parte de
la isla.
En materia política, Haití ha demostrado que sus gobernantes
sólo se han interesado en obtener lucrativas riquezas en desmedro de sus
habitantes, mientras dirigen campañas internacionales acusando a República
Dominicana de racista, tratando de ocultar sus incapacidades y desaciertos, en
procura de que nosotros acojamos a los haitianos que salen de ese país huyendo
de la crisis económica y los problemas sociales que les afecta.
Lo cierto es que a partir del siglo XXI cientos de miles de
haitianos han atravesado la frontera de manera ilegal, con el propósito de
conseguir trabajo en los sectores de la Construcción, Agricultura, Café y
hotelería, afectando considerablemente la mano de obra dominicana.
Datos aportados por la última encuesta de extranjeros, realizada
en el año 2012, revela que los haitianos representan poco más del 90% de los
extranjeros que viven en República Dominicana, situación que empeoró aún más
con el terremoto que en 2011 azotó a ese país, dejando una cantidad
indeterminada de personas muertos y heridos.
Es oportuno anotar que a partir de la Sentencia 0168/13 del
Tribunal Constitucional dominicano, que ratifica como extranjeros a los hijos
de personas en tránsito nacidos en el país, un grupo de personas y
organizaciones defensoras de los derechos de extranjeros haitianos radicados en
el país, llevaron a cabo una campaña de descrédito contra la República
Dominicana por supuestamente discriminar y dejar en estado “apátrida” y en un
“limbo jurídico” a centenas de miles de dominicanos descendientes de haitianos,
lo que despertó un sentimiento nacionalista en buena parte de dominicanos que
se mostraron de acuerdo con la decisión del TC.
Desde entonces no han cesado las campañas, tanto a favor como en
contra, de los haitianos radicados en el país, por lo que los hechos ocurridos
en Pedernales pueden estar asociados a los mensajes de odio y rechazo que se
expresan a través de los medios tradicionales de comunicación, así como en
audios y videos que circulan en las redes sociales.
Los acontecimientos
de Pedernales demuestran que el problema migratorio haitiano ha tomado un giro
muy peligroso, que de no ser atendido con la responsabilidad que requiere
podría terminar con enfrentamientos civiles entre dominicanos y haitianos.
Además, no se puede obviar el principio de reciprocidad, al que los haitianos
pueden acudir para atacar y perseguir físicamente a los dominicanos que viven
en su país cuando se produzcan situaciones similares.
Se espera que en lo
adelante República Dominicana y Haití superen esta problemática, en razón de
que ambos pueblos comparten la misma isla y un mercado económico de suma
rentabilidad mutua. Sin embargo, la soberanía de los pueblos debe ser
preservada por encima de cualquier actividad económica, por lo que cualquier
acción dirigida a resolver los conflictos señalados precedentemente debe
garantizar el respeto y tutela de la prerrogativa que poseen los Estados para
actuar con libertad.
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