La verdad es que la oposición política venezolana cometió múltiples errores en su afán por desplazar a Maduro del poder, pero sin dudas, el más grave de ellos fue abstenerse de participar en las elecciones convocadas y organizadas por el chavismo, en razón de que esa jugada política dejaba sólo en el escenario al partido oficialista, que sin dudas, ganaría las elecciones sin ninguna dificultad.
Si se analiza lógicamente la praxis política en América Latina, llegamos a la necesaria conclusión que los procesos electorales son hechos irrevocables, donde el ganador -legítimo o no -encuentra su mejor aliado en el (tiempo) que cura las heridas por más profundas y difíciles que parezcan.
Otro traspié de la clase política opositora de Venezuela fue haber convocado a buena parte del pueblo para hacer saltar del poder al gobierno constitucional que encabeza Nicolás Maduro, antes de que culmine el período para el cual fue electo, debido a que las protestas encabezadas por destacados líderes políticos de ese país generaron un caos que, evidentemente, impactó de manera negativa la economía de ese país, al tiempo que sentaron las bases para que el actual mandatario se defienda controlando las instituciones que servían de contrapeso al Poder Ejecutivo, a fin de librarse de un juicio político o golpe de estado.
Tomando en cuenta los elementos planteados en los párrafos anteriores, lo que procedía era la conformación de un bloque que unificara a todos los sectores políticos, sociales, empresariales y comunitarios que en reiteradas ocasiones se han manifestado contra el gobierno de Nicolás Maduro, a fin de que escogieran un candidato que compitiera con posibilidades reales de ganar los comicios recientemente celebrados en Venezuela.
Para nadie es un secreto que Maduro haría hasta lo imposible para mantenerse en el poder, pero de poco o nada sirve unirse en bloques para desconocer los resultados del proceso, cuando no se tuvo suficiente inteligencia y madurez política para enfrentar en el terreno a un mandatario insolente, que dirige los destinos de ese país de manera caprichosa y abusiva.
Los resultados de este proceso electoral deben servir de referencia para los sectores sociales que llaman a la población a no ejercer el derecho al voto, a fin de exhibir el descontento que siente la población por la forma negativa en que la clase política se viene manejando después de la desaparición física de los grandes líderes de partidos y agrupaciones políticas. Esto así porque, por un lado, si el 52% de los venezolanos que se abstuvo de los comicios hubiera acudido a votar, y si los oponentes del chavismo hubieran llevado un candidato único para enfrentar al oficialismo, es lógico pensar que el candidato electo habría sido uno de la oposición.
Lo cierto es que el palo ya está "dao" y a Maduro poco le interesa las sanciones que impondrán Estados Unidos y otras potencias extranjeras, sobre todo porque él, su familia y su gobierno tienen resuelto sus problemas económicos.
Es por ello que cualquier plan de la comunidad internacional dirigido a presionar al gobierno venezolano debe ser ejecutado con suma cautela, pues al final los más perjudicados resultan ser los ciudadanos que provienen de los sectores y clases más humildes de la sociedad.
Mientras la mayoría del pueblo venezolano llora la reelección del actual mandatario, cuyo período de gobierno se extenderá hasta el año 2025, la oposición política ha de ir pensando en un plan para despojar del poder al chavizmo gobernante, pero en el futuro inmediato parece que la única posibilidad de ejecutar tal acción, sería a través de un golpe de estado que cuente con el respaldo de instituciones sociales, políticas, comunitarias y con una parte importante del ejército nacional.
De no ser así, a la mayoría de los sectores humildes de ese país sólo les queda rezar para que Dios les ayude a enfrentar la grave inestabilidad política, social y económica que en la actualidad afecta a esa nación.
Por: Juan Ulises De La Cruz
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